Su Santidad el Jalifa presentó los versículos siguientes al comienzo de su sermón del 17 de agosto de 2012: "En verdad, tenéis en el Profeta de Al-lah un dechado de virtudes para quien tema a Al-lah y al último día y se acuerde mucho de Al-lah. "
(El Sagrado Corán, capítulo 33, versículo 22) Diles:" Si amáis a Al-lah, seguidme, entonces Al-lah os amará y os perdonará vuestros pecados, y Al-lah es el Sumo Indulgente, Misericordioso."
(El Sagrado Corán, capítulo 3, versículo 32)
Dios nos pide ser sus siervos y seguir sus mandamientos para poder merecer sus bendiciones y sus favores. A este efecto, Dios dice en el Sagrado Corán: "... Deben escucharme y creer en Mí ..." Haciendo esto, el creyente será un verdadero Abd y sus oraciones serán aceptadas. Aunque hay muchos preceptos coránicos para lograr este objetivo, la naturaleza humana se influencia más por el ejemplo práctico.
Tenemos la suerte de ser parte de la Ummah [comunidad islámica] del Santo Profeta Mohammad (s.a.w.1), el modelo por excelencia y el Corán personificado. Los versículos anteriores desafían al musulmán: su fe tendrá valor y se beneficiará de la proximidad de Dios siempre y cuando tenga como referencia al Santo Profeta Mohammad (s.a.w.). Sin seguir este modelo bendito, es vano desear la felicidad en la otra vida, igualmente, su piedad y sus actos de devoción serán superficiales. Sin seguir este modelo bendito, el dikr (recuerdo de Dios) no podrá conducirnos a la proximidad de Dios, y tampoco podremos liberarnos de los pecados.
Habiendo recibido el título de “el mejor de los pueblos”, es nuestro deber acaecer una revolución espiritual en nuestro interior. Porque seremos capaces de reformar a los demás si primero nos auto-reformamos. Es muy necesario hacer una introspección constante y esfuerzos sustanciales. Incluso un pecador, con el tiempo puede convertirse en un Abd siempre y cuando sigua el modelo perfecto que es el Santo Profeta Mohammad (s.a.w.)
Los asuntos del estado y el desarrollo espiritual de sus discípulos ocuparon su vida diaria; durante las crisis y durante las batallas estaban extremadamente ocupados. Sin embargo, esto no afectó el culto a Dios que cumplían día y noche. Sus oraciones por la noche eran tan intensas que sus pies se inflamaban. En realidad, no hacía más que seguir la orden coránica: "En verdad, levantarse por la noche es el medio más poderoso para someter el yo y el más efectivo respecto a las palabras de la oración."(El Sagrado Corán, capítulo 73, versículo 7)
Hadrat Aisha (que Al-lah esté complacido con ella) pidió al Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) la razón de tanto entusiasmo en la adoración si ya estaba cerca de Dios. Él respondió: “¿Acaso no debo ser un siervo agradecido?“
Otro favor de Dios para nosotros es que nos ha permitido transmitir el saludo del Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) a su devoto servidor, el Mesías Prometido (a.s.). Este favor en sí es tan grande que nunca podríamos agradecérselo a Dios. Todo áhmadi debe consagrarse a la adoración de Dios con lo mejor de sus capacidades. El hábito de ofrecer oraciones nawafil no debe limitarse a Ramadán; por otra parte, el mundo no debe ser el único objetivo de estas oraciones, sino que debe ser un medio de expresar nuestra gratitud a Dios.
El Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) era muy estricto y regular en la observancia de la Salat obligatoria. Incluso gravemente enfermo, iba a la mezquita con el apoyo de sus compañeros. Hizo hincapié en la importancia de la oración, sin embargo, no le gustaba el perjuicio en este sentido. Un día, al regresar a su casa, se percató de una cuerda suspendida entre dos pilares. Preguntó acerca de la utilidad de la misma y le dijeron que su esposa Zainab tenía la costumbre de aferrarse a la cuerda cuando estaba cansada durante sus oraciones. Quitó la cuerda y dijo que debemos continuar orando todo el tiempo mientras que lo hagamos con gusto y placer, pero tan pronto como uno se sienta cansado, debe sentarse.
Algunas aprovechan indebidamente las concesiones otorgadas por el Islam: rezan siempre sentados. Otros hacen su tayammum y realizan sus oraciones de la mañana en el fondo de sus camas sin salir de ellas. Estas prácticas están prohibidas.
A pesar de sus actos de devoción y de su gratitud ejemplar, el Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) dijo que nadie entrará en el Paraíso gracias a sus esfuerzos. Cuando le preguntaron si también era su caso, respondió que él (s.a.w.) dependía de la misma gracia y misericordia de Dios para ganar su lugar en el paraíso. ¡Qué ejemplo tan sublime de humildad y temor de Dios! Los que están orgullosos de sus pequeños actos de piedad deben preocuparse al respecto.
El Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) recomienda piedad en cada acción y buscar el camino de la proximidad divina. Dice que nadie debe desear la muerte; si alguien es piadoso crecerá en su piedad, y si alguien es pecador, tendrá la oportunidad de arrepentirse. En realidad, la capacidad de arrepentirse también viene de Dios, pero para ello tenemos que estar inclinados hacia la fe. Durante el Ramadán hemos tratado de librarnos de nuestros defectos, este esfuerzo debe hacerse durante los demás días del año. El Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) dijo también que no utilizar las aptitudes es una forma de insolencia; usarlas en el buen sentido es ibadah.
Él (s.a.w.) era indulgente y tolerante de forma notable. Antes de la prohibición del consumo de alcohol, un compañero ebrio profirió insultos contra él (s.a.w.), pero no le dijo nada y no se inmutó.
Los musulmanes se dirigían al Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) diciendo "Oh, Mensajero de Al-lah," y los no-musulmanes decían "Abu Qásim" (es decir, el padre Qásim, Qásim es el nombre de un hijo). Una vez un judío fue a verlo a Medina y entabló una conversación con él. Durante la conversación habló varias veces le dijo: "¡Oh Mohammad." El Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) no le prestó atención y continuó la conversación. Sus compañeros, sin embargo, se molestaron por la falta de cortesía de su interlocutor y uno de ellos, que ya no podía contenerse, dijo al judío que no tenía que dirigirse al Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) llamándolo por su nombre, y que tenía que llamarle Abu Qásim. El judío dijo que le llamaba por el nombre que sus padres le habían dado. El Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) sonrió y dijo a sus compañeros: “Tiene razón. Fui nombrado Mohammad en el momento de mi nacimiento y no hay razón para enojarse porque él me llama por este nombre.”
Una vez se le presentó el caso en el que una joven de una familia noble fue capturada en pleno delito de robo. La consternación fue grande, porque si el castigo normal se imponía a la joven, una familia importante sería humillada y deshonrada. Muchos fueron tentados a interceder ante el Profeta por la culpable, pero temían hacerlo. Por último, Osama fue encargado para llevar a cabo esta misión. Fue a ver al Santo Profeta Mohammad (s.a.w.), pero tan pronto como entendió el significado de su petición, se puso muy molesto y dijo: "Es mejor que dejes este asunto. Las naciones han tenido un mal final a causa de dar favores a las personas importantes, mientras imponían restricción a los hombres ordinarios. El Islam no permite esto, y yo ciertamente no lo haré. En verdad, aunque mi propia hija Fátima cometa un delito, no dudaría en imponerle la sanción pertinente.
Una vez, envió a un grupo de compañeros a una exploración; éstos encontraron algunos hombres del enemigo el último día de un mes sagrado. Pensando que sería peligroso dejarles escapar y que podrían advertir a La Meca de que su grupo de reconocimiento estaba tan cerca, les atacaron y durante la contienda, uno de los Mequíes fue asesinado. Cuando el grupo regresó a Medina, los musulmanes de la Meca se quejaron de que los exploradores musulmanes habían matado a uno de sus hombres durante el mes sagrado. Los habitantes de La Meca, por su parte, en comparación con los musulmanes, eran a menudo culpables de violación de la santidad de este mes sagrado cuando ello les convenía, y podrían decirles que, debido que los propios mequíes no habían respetado la convención sobre el mes sagrado, no estaban en posición de exigir su respeto a los musulmanes. Pero el Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) no dio esta respuesta. Reprendió severamente a los miembros de su grupo e incluso pagó el precio de la sangre por el hombre muerto.
Un día, un judío llegó a quejarse al Santo Profeta (s.a.w.) diciendo que Abu Bakr había herido sus sentimientos diciendo que Dios había elevado a Mohammad por encima de Moisés. El Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) hizo llamar a Abu Bakr y le preguntó por lo ocurrido. Este último explicó que el judío comenzó a decir jurando por Moisés que Dios le había elevado por encima de toda la humanidad, y él, Abu Bakr, le replicó jurando por Mohammad, que Dios le había elevado por encima de Moisés. El Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) dijo: "No deberías haber dicho eso, porque hay que respetar los sentimientos de los demás. Que nadie me eleve por encima de Moisés" Esto no quiere decir que el Santo Profeta no ocupaba de hecho un lugar más alto que Moisés. Sin embargo, una afirmación como esa ante un judío no podía dejar de hacer daño, y por lo tanto, debía ser evitada.
El Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) mostraba un respeto especial por aquellos que consagraban su tiempo y sus esfuerzos para servir a la humanidad. Una tribu árabe, los Banu Tai habían iniciado hostilidades contra el Santo Profeta Mohammad (saw) y en la batalla, sus fuerzas fueron derrotadas y algunos cayeron en manos de los musulmanes. Entre los prisioneros estaba la hija de Hatim Ta'i, cuya generosidad era proverbial entre los árabes. Cuando la hija de Hatim informó al Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) sobre su parentesco, él (s.a.w.) la trató con gran respeto y como resultado de su intercesión, remitió todas las sentencias impuestas a su pueblo a causa de su agresión.
Un compañero relata: pregunté al Santo Profeta Mohammad (s.a.w.): ¿Qué derecho tiene la mujer sobre su marido? Él respondió, aliméntala como te alimentas, vístela como te vistes, no la golpees, no la insultes y no la expulses de la casa.
El Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) también afirma: "El mejor de vosotros es el que mejor trata a su familia, y yo soy el mejor de ustedes a este efecto" A pesar de sus compromisos, participaba en las tareas domésticas. Hadrat Aisha (r.a.) relataba que cuando estaba en casa, él (s.a.w.) solía ayudar y servir a su familia. Remendaba su ropa, ordeñaba la cabra y volvía tarde a casa, pero no despertaba a su esposa para pedirle que le sirva su comida. Hay en esto una lección para aquellos hombres que creen que es un pecado hacer tares en casa y piensan que es deber de la mujer servirles siempre. Este tipo de hombres no quedan satisfechos hasta que despotrican contra sus esposas.
Algunos de ellos trabajan para la Yama'at pero tal es su actitud en la casa, hay una contradicción entre la imagen que proyectan hacia el exterior y su comportamiento en el hogar. En algunas familias, la madre o las hermanas atormentan a su hijo o hermano si sirve a sus huéspedes, ya que su "pobre" hijo o hermano, [según ellas] se convierte en un esclavo de su esposa. A veces, estos hombres son duros con sus esposas. “Pobres” serán si son injustos con sus esposas, porque en este caso, son ellos los que tendrán que rendir cuentas.
El Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) solía rezar por sus propios hijos, así como para los de los demás: "Oh Dios, les quiero, quiéreles Tú también" Nunca castigaba a los niños y los corregía con amor y plegarias. Cuando recibía las primeras frutas de la temporada, imploraba la bendición divina, y luego daba la fruta al niño más pequeño presente.
La mayoría de los padres aman a sus hijos, pero otros los reprimen indiscriminadamente. El Jalifa se había reunido recientemente con un joven que vivía en constante temor y sufría depresión, su padre lo golpeaba todo el tiempo, porque según él, es así como podía mantener el control sobre sus hijos.
Luego están los que aman a sus hijos, pero que no toleran los niños de los demás. En cuanto al Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) fue un ejemplo de amor a todos los niños. Muchas veces ordenó el buen trato a los vecinos. Se dice que había dicho: "¡Juro por Al-lah que no cree! ¡Juro por Al-lah que no cree! ¡Juro por Al-lah que no cree! Se le preguntó:" ¿Quién no cree, ¡Oh, Mensajero de Al-lah? "Él respondió:" Aquel cuyo vecino no está a salvo de su maldad.
Estos fueron algunos aspectos de la vida del Santo Profeta Mohammad (s.a.w.), nuestro modelo por excelencia. ¡Que Dios haga de nosotros verdaderos creyentes y que podamos seguir su ejemplo!
- La paz sea con él ↩︎