Jesús: Un Profeta de Dios
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Este artículo fue leído en la Conferencia Internacional sobre la Liberación de Jesús de la Cruz, celebrada en el Commonwealth Institute, Londres, los días 2, 3 y 4 de junio de 1978.
Jesús fue el último profeta en Israel. Se le llamó hijo de Dios, una expresión que era de uso común en las escrituras, pero que siempre se empleaba de manera metafórica y en ningún caso se refería a Dios. En los Evangelios o las Epístolas no se dice que Jesús se haya referido a sí mismo como Dios o haya implicado que lo era. La expresión “Señor” se le aplicaba, pero no hay evidencia de que aquellos que usaban esta expresión en su referencia a él creyeran o quisieran transmitir que él era Dios. Se utilizaba como sinónimo de maestro.
Mucho después de su tiempo, la expresión hijo de Dios se transformó en Dios, el Hijo, lo que significaba que Jesús era la segunda persona de la Trinidad. El concepto de la Trinidad era completamente ajeno al pensamiento de Jesús.
Jesús, un profeta
Jesús siempre se refirió a sí mismo como alguien enviado por Dios, lo que significaba que era un mensajero divino. Por ejemplo:
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. (17:3)
No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre. (Juan 5:30)
También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto (5:37)
Por lo tanto, está claro que Jesús se presentó constantemente como alguien enviado por Dios, es decir, como un mensajero de Dios. De hecho, su función como mensajero de Dios fue definida incluso antes de su nacimiento por dirección divina, tal como se expone tanto en el Evangelio como en el Sagrado Corán. El ángel que se le apareció a María y le dijo que tendría un hijo al que debería llamar Jesús, también le informó Hijo de Dios – Significado Verdadero
Es cierto que en Lucas 1:32 se le llama “hijo del Altísimo” y en 1:35, “hijo de Dios”; pero estas expresiones, en el idioma bíblico, no implican en absoluto divinidad ni asociación en la divinidad. Leemos: Dios le daría el trono de su padre David, y que reinaría sobre la casa de Jacob (Lucas 1:32-33).
El Corán afirma que a María se le dijo que Dios enseñaría a Jesús el Libro, la sabiduría, la Torá y el Evangelio, y que lo haría un mensajero para los hijos de Israel (3:49-50).
Hijo de Dios – Significado Verdadero
Es cierto que en Lucas 1:32 se le llama “hijo del Altísimo” y en 1:35, “hijo de Dios”; pero estas expresiones, en el idioma bíblico, no implican en absoluto divinidad ni asociación en la divinidad. Leemos:
Yo dije: Vosotros sois dioses, Y todos vosotros hijos del Altísimo; (82:6)
En numerosas ocasiones, la expresión “hijo de Dios” se aplica a los profetas, a los justos y a los creyentes. Los siguientes son solo algunos ejemplos de muchos:
Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito. (Éxodo 4:22)
Yo también le pondré por primogénito, El más excelso de los reyes de la tierra.
(Salmos 89:27)
Y él me será a mí por hijo, y yo le seré por padre; (1. Crónicas 22:10)
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. (Mateo 5:9)
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios. (Juan 3:1)
Más significativo que todo esto es la explicación proporcionada por el mismo Jesús, que es la siguiente:
Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. (Juan 10:31-33)
Aquí se planteó directamente la pregunta crucial a Jesús: ¿afirmaba ser Dios, la segunda persona de la Trinidad, como posteriormente se llegó a representarlo? Su respuesta debe ser aceptada por todos aquellos que profesan creer en él y seguirlo.
Jesús les respondió: “¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y la escritura no puede ser quebrantada; ¿a aquel que el Padre santificó y envió al mundo decís: Tú blasfemas, porque dije: Soy Hijo de Dios?” (Juan 10:34-35).
Esto deja muy claro que la expresión “hijo de Dios,” cuando se aplicó a Jesús, ya sea por él mismo o por otros, no significaba nada más en su caso de lo que significa en su uso a otros en las escrituras, de las cuales hemos señalado varios ejemplos anteriormente. Él era hijo de Dios en ese sentido, pero de ninguna manera era Dios, el Hijo, la segunda persona de la Trinidad, como se afirma ahora.
El Padre de Todos.
Se argumenta, sin embargo, que en el mismo contexto Jesús también había dicho: Yo y el Padre somos uno (Juan 10:30) y El Padre está en mí, y yo en él (Juan 10:39); y que estas afirmaciones respaldan la afirmación hecha en su nombre de que él no era simplemente el hijo de Dios en el sentido bíblico, sino que tenía una relación con Dios que lo elevaba a la Divinidad y lo convertía en un compañero y asociado de Dios en igualdad de condiciones.
Ahora procederemos a mostrar que, en el idioma de la Biblia, la expresión en la que se basa no lleva el asunto más allá y no proporciona la menor evidencia de la divinidad de Jesús. Por ejemplo:
En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. (14:20)
Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. (Juan 17:21-23)
Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. (Efesios 4:6)
Jesús Distinto de Dios.
La distinción entre Jesús y Dios era bien comprendida entre los discípulos y los primeros cristianos, como se apreciará en lo siguiente:
Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. (Filipenses 3:3)
Para nosotros, sin embargo, solo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él. (1. Corintios 8:6)
Jesús mismo destacó claramente la distinción al atribuir la divinidad solo a Dios, quien también era su Dios, como por ejemplo:
Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.(Juan 20:17)
Dios es Uno.
Jesús no tuvo la menor duda en afirmar la Unidad de Dios. Por ejemplo:
Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos. Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno. (Marcos 12:29-30 & 32)
La cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, 16 el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. (1. Timoteo 6:15-16)
Jesús no es igual a Dios.
La doctrina de la Trinidad implica necesariamente la completa igualdad en todos los aspectos de las tres personas de la Trinidad, porque si hubiera desigualdad en algún aspecto entre ellas, eso significaría la superioridad de una sobre las otras dos. En ese caso, aquella o aquellas que carecieran de igualdad no podrían ser Dios, y la que tuviera superioridad sobre las otras dos sería el Dios del universo, incluyendo a las otras dos. Incluso un estudio superficial de los Evangelios y las Epístolas revela que, en lo que respecta a los atributos registrados, el Padre es supremo, y Jesús rechaza la posesión de esos atributos.
Por ejemplo, solo Dios es la verdadera fuente de honor, como se dice:
¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? (Juan 5:44)
Quien desee honor, hazle saber, pues, que todo honor pertenece a Al‑lah. A Él ascienden las palabras piadosas y las buenas acciones les ayudan a elevarse. Mas quienes traman el mal: para ellos hay un severo castigo; y su maquinación perecerá. (35:11)
Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
(Mateo 19:16-17)
Jesús rechazó tener poder absoluto. Cuando la madre de los hijos de Zebedeo le pidió que concediera que sus dos hijos se sentaran, uno a su derecha y el otro a su izquierda en su reino, él respondió:
Él les dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre. (Mateo 20:23)
Aparentemente, Jesús no solo carecía de igualdad con Dios, sino que también carecía de igualdad con la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, pues dijo:
Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero. (Mateo 12:31-32)
Jesús reza a Dios
Jesús tenía la costumbre de rezar. Por ejemplo:
Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba. (Lucas 5:16)
Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. (Lucas 9:28)
Y aconteció que, mientras él estaba orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, así como Juan también enseñó a sus discípulos”. Y él les dijo: “Cuando oren, digan:”.
Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
(Lucas 11:1-2)
Así, con toda razón, todas sus súplicas y las de sus discípulos fueron dirigidas a Dios. Es evidente, por lo tanto, que no había igualdad entre el suplicante y Aquel a quien se dirigía la súplica. Dios tenía el poder de responder y conceder la petición. Claramente, Jesús carecía de tal poder, pues, de haberlo tenido, su súplica a Dios habría sido sin sentido.
Si él hubiera sido la segunda persona de la Trinidad, no habría tenido necesidad de suplicar, ya que habría poseído el poder para hacer todo lo que deseara. Esto se ilustra claramente en sus repetidas súplicas en el jardín de Getsemaní, cuando cayó sobre su rostro y oró, diciendo:
Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. (Mateo 26:39)
La relación entre Jesús y Dios era la de un siervo justo con su misericordioso Señor. “No se haga mi voluntad, sino la tuya” es una clara afirmación de la supremacía de la voluntad divina sobre la de Jesús, cuya voluntad estaba subordinada a la de Dios. Como él mismo afirmó, había sido enviado no para hacer su propia voluntad, sino para hacer la voluntad de Dios (Juan 6:38), lo cual es una descripción exacta de la relación entre Dios y un Profeta.
En contraste, no hay mención alguna de que el Padre haya suplicado al Hijo, lo que es una prueba clara de que el Padre es supremo y el Hijo es subordinado a Él, así como un siervo es subordinado a su amo.
¿Igualdad en la Trinidad?
Si hubiera existido una completa igualdad entre las tres personas de la Trinidad en todos los aspectos—estatus, conocimiento, poder y todos los demás atributos divinos—esto solo habría llevado a confusión y conflicto, como lo encontramos en las mitologías de ciertas creencias, pues la situación presentaría un dilema insoluble. Si uno de ellos tuviera autoridad para controlar a los demás, esto significaría la subordinación de los otros a él, y así la igualdad sería negada.
Si no hubiera control, habría conflicto. Si hubiera una identidad completa de voluntades entre los tres y de todo lo demás, habría redundancia. Como el Corán ha dicho:
Si hubiese habido en ellos (los cielos y la tierra) otros ioses distintos a Al-lah, ciertamente ambos, los cielos y la tierra, habrían terminado en el caos. Glorificado sea pues Al-lah, el Señor del Trono, por encima de lo que ellos Le atribuyen. A Él no se le puede interrogar sobre lo que hace, pero ellos sí serán interrogados. (21:23-24)
Profecías
Jesús llamó la atención de sus opositores sobre el hecho de que Moisés había profetizado acerca de su venida. Él dijo:
Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras? (Juan 5:46-47)
Se afirma que existen varias profecías en la Torá y en otros libros de la Biblia acerca de la venida de Jesús, y que los judíos estaban esperando la llegada del Mesías cuando Jesús comenzó su ministerio. Son esas profecías a las que Jesús trataba de llamar su atención cuando se refería a los escritos de Moisés. Lo que es significativo para nuestro propósito actual es que todas esas profecías se referían a la llegada de un profeta y no a la venida de Dios en la capacidad de la segunda persona de la Trinidad.
La verdad es que Jesús fue el último profeta en Israel, un creyente en Moisés y en todos los profetas de Israel que siguieron a Moisés. Él estaba sujeto a la ley mosaica y se adhería a ella. Es cierto que a menudo expuso su verdadero significado en contraste con su letra, pero eso era el ejercicio de su función profética. Él no quería, ni tenía autoridad para abrogar la ley mosaica ni ninguna parte de ella. Esto lo dejó bien claro en su declaración enfática:
No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos. (Mateo 5:17-19)
Por eso, le dijo a quien le preguntó qué buena obra debía hacer para tener vida eterna que guardara el mandamiento; con lo cual claramente se refería a los mandamientos de la ley mosaica.
Profeta para los hijos de Israel Su ministerio como profeta estuvo limitado a los hijos de Israel. Él era el heredero del trono de David y debía reinar sobre la casa de Jacob. (Lucas 1:32-33). Su propia concepción del carácter de su ministerio se manifestó claramente en el siguiente incidente:
Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo:
¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
Este relato establece clara y positivamente que Jesús fue un mensajero de Dios enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel y que el alcance de su ministerio no se extendía más allá de los hijos de Israel. Se dice que en un momento la mujer de Canaán lo adoró, pero su adoración no fue más que una súplica de ayuda, de modo que la expresión “adoró” se ha utilizado en lugar de “suplicó”.
El versículo bien podría haber dicho: “Entonces ella vino y le rogó que la ayudara”. Sea como fuere, la manifestación de extrema reverencia por parte de la mujer hacia Jesús no lo invistió de divinidad, y su respuesta a la súplica de ella fue incluso más tajante que su primera respuesta, mostrando un grado extremo de desprecio por los gentiles. No consideraba apropiado “tomar el pan de los hijos y echarlo a los perros”. Más allá del desprecio que esta respuesta implica, no deja margen para especular que su misión como mensajero pudiera haber incluido a alguien fuera de la casa de Israel.
Su rendición final ante las súplicas de la mujer no significó que hubiera malinterpretado el alcance de su misión y que ahora tuviera una mejor comprensión de su extensión. Solo significaba que se había conmovido por la profundidad y sinceridad de su fe en él. Su misión era benéfica, y si un no israelita creía en él sinceramente, esto no le haría ningún daño, sino que solo podía traerle beneficios.
Se dice que en otra ocasión exhortó a sus discípulos a llevar su mensaje a todas las ciudades y aldeas y a todas las personas, pero no hay nada que indique que al decir “todas las ciudades y aldeas” y “todas las personas” se refiriera a algo más que a todas las ciudades y aldeas de Israel y a todo el pueblo judío.
Él dirigió claramente a sus discípulos en ese sentido, como se puede ver en:
De cierto os digo que en el día del juicio el castigo será más tolerable para la tierra de Sodoma y de Gomorra que para aquella ciudad. He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas. (Mateo 10:15-16)
La Trinidad es un mito
Por lo tanto, el concepto de la Trinidad no encuentra respaldo en nada de lo que se informa que Jesús haya dicho. Es una idea que desconcierta la razón, ofende la conciencia y afrenta la Majestad Divina. Es completamente incompatible con el concepto de la divinidad.
Un grupo de distinguidos teólogos anglicanos la han descrito como un mito:
Un relato que se cuenta pero que no es literalmente verdadero, o una idea o imagen que se aplica a alguien o algo sin que tenga una aplicación literal, sino que sugiere un atributo particular en quien lo escucha… que Jesús era Dios, el Hijo encarnado, no es literalmente cierto, ya que no tiene un significado literal, sino que es la aplicación a Jesús de un concepto místico cuya función es análoga a la noción de filiación divina atribuida en el mundo antiguo a un rey. (The Myth of God Incarnate, Prefacio, p. Ix).
Los autores de este libro están convencidos de que es necesario otro importante desarrollo teológico en esta última parte del siglo XX. Esta necesidad surge del creciente conocimiento sobre los orígenes del cristianismo e implica el reconocimiento de que Jesús era, como se presenta en Hechos 2:22, “un hombre aprobado por Dios” para un papel especial dentro del propósito divino, y que la concepción posterior de él como Dios encarnado, la segunda persona de la Trinidad viviendo en la vida humana, es una forma mitológica o poética de expresar su significado para nosotros.
Este reconocimiento es necesario en interés de la verdad, pero también tiene implicaciones prácticas cada vez más importantes para nuestra relación con los seguidores de las otras grandes religiones del mundo (Ibid., p. 178).
El Sagrado Corán
Dios no está sujeto a las contingencias del nacimiento y la muerte. Es Eterno y siempre viviente; no engendra ni ha sido engendrado. El Corán presenta un concepto verdadero de Él, que en ningún sentido lo disminuye, confina o limita. El Corán rechaza de manera absoluta y enfática el concepto de la Trinidad. Por ejemplo:
Di: “Él es Al-lah, el Único;
“Al-lah, el Independiente e Implorado por todos.
“No engendra ni es engendrado;
“Y no hay nadie que sea igual a El”.
(112:2-5)
Confía en el Viviente, Quien no muere, y glorifícalo con Su alabanza. Basta Él como Conocedor de los pecados de Sus siervos, (25:59)
¡En verdad, habéis hecho algo ciertamente monstruoso! Poco falta para que ante ellos los cielos se desplomen, la tierra se abra y las montañas se derrumben en pedazos. Porque adscriben un hijo al Dios Clemente. Cuando no corresponde al Dios Clemente tomar un hijo para Sí. Nadie hay en los cielos y en la tierra que no comparezca ante el Dios Clemente sino como siervo. (19:89-94)
Toda alabanza corresponde a Al-lah, Quien ha revelado el Libro a Su siervo, y no ha utilizado tergiversación alguna en su creación. Él lo ha convertido en guardián, para advertir de un doloroso castigo Suyo, y para dar a los creyentes que hacen buenas obras, la buena noticia de que tendrán una maravillosa recompensa, En la que morarán para siempre; Y para advertir a quienes dicen: “Al-lah ha tomado para Sí un hijo”. No tienen el menor conocimiento de ello, ni lo tuvieron sus padres. Es una maldad la palabra que sale de sus bocas. No dicen más que mentiras. (18:2-6)
Y no enviamos a ningún Mensajero antes de ti al que no le reveláramos, diciéndole: “No hay otro Dios sino Yo; adoradme pues a Mí sólo”. Ellos dicen: “El Dios Clemente ha tomado un hijo”. ¡Santo es Él!, ellos no son más que siervos honorables. Ellos no hablan antes de que lo haga Él, y sólo actúan siguiendo Su Mandato. Él sabe lo que hay delante de ellos y tras ellos, y no interceden excepto por aquel a quien Él aprueba, y actúan con precaución por temor a Él. Mas quienquiera de ellos que diga:
“Soy dios además de Él”, será castigado con el Infierno. Así recompensamos a los injustos. (21:26-30)
Y cuando Al-lah diga: “Oh Jesús, hijo de María, ¿has dicho a los hombres: “Tomadme a mí y a mi madre por dos dioses además de Al-lah?”, él responderá: “¡Santificado seas! Nunca podría decir nada a lo que no tuviera derecho. Si lo hubiera dicho, Tú ciertamente lo habrías sabido. Tú sabes lo que hay en mi pensamiento, pero yo no sé lo que hay en el Tuyo.
Sólo Tú eres el Conocedor de las cosas ocultas; “No les he dicho sino lo que Tú me ordenaste: “adorad a Al-lah, mi Señor y vuestro Señor”. Y fui testigo ante ellos mientras permanecí entre ellos, pero desde que me hiciste morir, Tú has sido su Vigilante; y Tú eres Testigo ante todas las cosas; “Si Tú los castigas, siervos tuyos son; y si Tú los perdonas, ciertamente eres el Poderoso, el Sabio”. (5:117-119)
¡Oh pueblo del Libro! no rebaséis los límites de vuestra religión y no digáis de Al-lah más que la verdad. En verdad, el Mesías, Jesús, hijo de María, fue sólo un Mensajero de Al-lah y el cumplimiento de Su palabra que reveló a María, y una gracia procedente de Él. Creed, pues, en Al-lah y en Sus Mensajeros y no digáis: “Son tres”. Desistid; será mejor para vosotros. En verdad, Al-lah es el sólo Dios Único.
Lejos está de Su Santidad que haya de tener un hijo. A Él pertenece cuanto hay en los cielos y en la tierra. Y Al-lah es suficiente como Protector. En verdad, el Mesías no desdeñará nunca ser siervo de Al-lah, como tampoco los ángeles que están cerca de Dios; mas quienes desdeñan adorarle y caen en el orgullo, sepan que los reunirá a todos junto a Él. (4:172-173)
Son verdaderamente incrédulos quienes dicen: “en verdad, Al-lah no es sino el Mesías, el hijo de María”, aun cuando el mismo Mesías dijo: “Oh, hijos de Israel, adorad a Al-lah, que es mi Señor y vuestro Señor”. Ciertamente que quien asocie otros dioses a Al-lah, Él le prohibirá la entrada en el Cielo y su morada será el Fuego. Y los malvados no tendrán defensores. Son ciertamente incrédulos quienes dicen:“Al-lah es uno de la trinidad”; cuando no hay Dios sino el Dios Único.
Y si no desisten de lo que dicen, un severo castigo caerá ciertamente sobre los que no crean de entre ellos. ¿No se volverán a Al-lah y pedirán Su perdón, siendo así que Al-lah es el Sumo Indulgente, Misericordioso? (5:73-75)
El Mesías, hijo de María, no fue más que un Mensajero. Todos los Mensajeros anteriores a él fallecieron. Y su madre fue piadosa. Ambos comían alimentos. Observa cómo explicamos los Signos para su bien y observa cómo se desvían. Diles: “¿Adorasteis en lugar de Al-lah a lo que no tiene poder para haceros ni mal ni bien?” Pues Al-lah es quien todo lo oye, Omnisciente. Diles: “¡Oh, Pueblo del Libro! no vayáis más allá de los límites en el asunto de vuestra religión, ni sigáis las perversas inclinaciones de un pueblo que se extravió antes, hizo que otros se extraviaran y él mismo se apartó del camino recto. (5:76-78)
El tema de Dios y Sus atributos, a través de los cuales únicamente se puede formar un concepto verdadero de Él, es vasto e ilimitado. El Corán presenta una gran cantidad de enseñanzas sobre los atributos divinos y su funcionamiento. No es necesario, para nuestro propósito actual, emprender una discusión detallada sobre el tema. Sin embargo, a modo de ilustración, se puede señalar el siguiente pasaje, que debe ser estudiado y meditado con mucho cuidado:
Él es Al-lah, y no hay nadie digno de ser adorado más que Él, el Conocedor de lo invisible y de lo visible. Él es el Clemente, el Misericordioso. Él es Al-lah, y no hay nadie digno de ser adorado sino Él, el Soberano, el Santo, la Fuente de Paz, el que concede Seguridad, el rotector, el Poderoso, el que Somete, el Altísimo. Santo es Al-lah, mucho más allá de lo que Le asocian. Él es Al-lah, el Creador, el Hacedor, el Modelador. Suyos son los nombres más bellos. Todo lo que hay en los cielos y en la tierra Le glorifica, pues Él es el Poderoso, el Sabio. (59:23-25)
Conclusión
El ser humano desea una descendencia recta que lo ayude en su vejez, que continúe su nombre y su familia después de su muerte, y que le otorgue honor póstumo. Dios es el Viviente, el Autosuficiente y el que se mantiene por Sí mismo. Todo lo que hay en los cielos y en la tierra le pertenece, le obedece y lo glorifica. ¿Qué necesidad tiene Él de un hijo? ¿Qué puede hacer un hijo por Él que Él no pueda hacer por Sí mismo? Atribuirle un hijo, como socio en la Divinidad, sería ofrecerle el más grave de los afrontes.
Por Muhammad Zafrulla Khan
Traducido en español por Amnah Ijaz
