
En palabras de Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, el Mesías Prometido (as) (1)
Aquellos que eran perfectamente justos fueron llamados hijos de Dios en las Escrituras anteriores. Esto no significa que fueran realmente hijos de Dios; tal cosa sería blasfema, ya que Dios no tiene hijos ni hijas. Tales expresiones sólo significan que el reflejo de Dios se había mostrado en los espejos claros de esos personajes justos.
El reflejo de una persona en un espejo es, metafóricamente hablando, su hijo; pues así como un hijo nace del padre, un reflejo nace del original. Cuando un reflejo de las manifestaciones divinas aparece en un corazón absolutamente puro, sin ningún tipo de mancha, el reflejo es metafóricamente como un hijo del original. Es por eso que Israel fue llamado el primogénito de Dios en la Torá.
Si los cristianos se hubieran limitado a describir a Jesús, hijo de María, como hijo de Dios, tal como Abraham (as), Isaac (as), Ismael (as), Jacob (as), José (as), Moisés (as), David (as), Salomón (as) y otros fueron llamados metafóricamente hijos de Dios en las Escrituras, no habría habido objeción.
Así como estos profetas fueron llamados hijos de Dios, también el Santo Profeta (sa) es llamado metafóricamente Dios en algunas profecías. Lo cierto es que todas estas descripciones son metafóricas; ninguno de esos profetas fue hijo de Dios, ni el Santo Profeta (sa) fue Dios. Tales expresiones abundan en las Escrituras como indicios del amor de Dios.
Cuando una persona se vuelve tan devota en su amor por Dios Todopoderoso que su yo desaparece por completo, se le aplican tales expresiones, ya que su ego deja de existir por completo; como dice Dios en el Sagrado Corán:
“Diles, siervos míos: No desesperéis de la misericordia de Al-lah; ciertamente Al-lah perdonará todos los pecados.”
(Sagrado Corán 39:54)
En este versículo, se ha usado «Oh, siervos míos» en lugar de «Oh, siervos de Al-lah», mientras que la humanidad es sierva de Dios y no del Santo Profeta (sa). La expresión se ha usado aquí en sentido metafórico.
Referencias
- Mirza Ghulam Ahmad, Haqiqat-ul-Wahi, Ruhani Khaza'in, vol. 22, págs. 65–66
Traducido por Afia Zafar