
Por Masood Ashraf, EE. UU.
Traducido por Aesha Ijaz
La historia de Jerusalén está marcada por el auge y la caída de imperios, conquistas y transiciones religiosas. Entre estos acontecimientos, la entrada de Hazrat Umar (ra) ibn al-Jattab en la ciudad en el año 637 d.C. destaca como un evento de gran importancia histórica y moral. En contraste con la idea errónea de que los conquistadores musulmanes destruían los sitios religiosos existentes, Hazrat Umar (ra) demostró una notable tolerancia y respeto por los lugares sagrados.
En lugar de demoler templos o iglesias, él mismo lideró los esfuerzos para limpiar la abandonada Explanada del Templo, que estaba cubierta de escombros, y estableció un lugar de oración modesto que más tarde evolucionaría en la Mezquita de Al-Aqsa.
Sus acciones reflejaban los valores islámicos de coexistencia religiosa, justicia y respeto hacia otras creencias.¹
La humildad de un líder justo
A diferencia de muchos gobernantes que entraban en ciudades conquistadas con grandes procesiones, la llegada del Califa Umar (ra) a Jerusalén fue una demostración de humildad y justicia.² Cuando el patriarca cristiano Sofronio accedió a rendir la ciudad, solicitó que fuera el propio Umar (ra) quien recibiera las llaves. Hazrat Umar (ra) partió desde Medina en un viaje sencillo, acompañado solo por un sirviente y un solo camello. En una muestra notable de equidad, el califa y su sirviente se turnaban para montar el camello: cuando uno montaba, el otro caminaba.
Por coincidencia, cuando se acercaban a Jerusalén, era el turno del sirviente de montar, mientras Umar (ra) caminaba. Sus comandantes le sugirieron que intercambiara lugares para presentarse con mayor dignidad, pero Umar (ra) se negó, afirmando:
"La justicia es más importante que las apariencias."³
Vestido con ropas sencillas, sin grandeza ni vestiduras reales, Hazrat Umar (ra) entró a la ciudad como un siervo de Dios y no como un gobernante en busca de gloria. Su humildad dejó una impresión duradera tanto en los habitantes musulmanes como cristianos de Jerusalén.⁴
La restauración de la santidad en Jerusalén
Antes de la conquista musulmana, Jerusalén había sufrido una gran agitación política y religiosa. Los bizantinos, que gobernaban la ciudad, habían expulsado a la población judía y restringido sus prácticas religiosas.⁵ La Explanada del Templo, que tenía un profundo significado para los judíos y posteriormente para los musulmanes, había sido dejada en estado de abandono, cubierta de basura y escombros.⁶ Los gobernantes cristianos habían centrado su atención en la Iglesia del Santo Sepulcro, ignorando en gran medida el estado del antiguo sitio del templo. Cuando Umar (ra) llegó, no buscaba imponer destrucción, sino restaurar la santidad de los lugares sagrados de la ciudad.⁷
Al llegar a Jerusalén, Hazrat Umar (ra) fue guiado por el patriarca Sofronio en un recorrido por sus sitios sagrados.⁸ Cuando visitó la Iglesia del Santo Sepulcro, fue invitado a orar dentro del templo, pero declinó, temiendo que los futuros gobernantes musulmanes pudieran usar su acción como justificación para convertir la iglesia en una mezquita.⁹ En su lugar, oró fuera del templo, en un sitio que más tarde se convertiría en la ubicación de la Mezquita de Umar.
Su siguiente enfoque fue la Explanada del Templo, conocida por los musulmanes como Haram al-Sharif. Los relatos históricos describen cómo el califa encontró el sitio en un estado de abandono, cubierto de basura y escombros.¹⁰ En lugar de permitir que este lugar sagrado permaneciera en tal condición, participó personalmente en su limpieza junto con sus compañeros.
Sus acciones no fueron destructivas, sino restauradoras: buscaba purificar el sitio y devolverle su santidad como lugar de culto.¹¹
El legado de coexistencia religiosa
Después de despejar el área, Hazrat Umar (ra) ordenó la construcción de una sencilla mezquita de madera en el extremo sur de la explanada.¹² Esta mezquita no era una estructura extravagante, sino un lugar de oración humilde que sentó las bases de lo que más tarde se convertiría en la Mezquita de Al-Aqsa. Es importante destacar que sus acciones no implicaron la destrucción de ningún edificio religioso existente.¹³ A diferencia de otros conquistadores que a menudo reutilizaban o demolían los sitios sagrados de sus predecesores, el califa dio un ejemplo de coexistencia y respeto.
Las acciones de Hazrat Umar (ra) en Jerusalén reflejaban el enfoque del Profeta Muhammad (sa) respecto a las relaciones interreligiosas. Un ejemplo famoso ocurrió cuando una delegación cristiana de Najrán visitó Medina y fue recibida por el Profeta (sa) en su mezquita.¹⁴ Cuando llegó el momento de que los cristianos oraran, el Profeta (sa) les permitió realizar sus oraciones dentro de la Mezquita del Profeta (Masjid al-Nabawi), en lugar de obligarlos a salir.¹⁵ Este acto de hospitalidad y tolerancia religiosa fue un precedente que Umar (ra) siguió cuando preservó los lugares de culto cristianos y judíos en Jerusalén. En lugar de demoler los sitios sagrados de otros, los restauró como lugares de oración para todos los monoteístas.
El Pacto de Umar (ra) y la protección de las minorías
Uno de los documentos más significativos de este período es el Pacto de Umar, un acuerdo que garantizaba la protección de la población cristiana de Jerusalén y de sus sitios religiosos.¹⁶ En este pacto, el califa aseguraba que:
- Las iglesias no serían tomadas ni destruidas.
- Los cristianos podrían practicar su fe libremente, sin coerción.
Esto contrasta notablemente con las conversiones forzadas y los conflictos religiosos que caracterizaron muchas otras conquistas históricas.¹⁷
Además, Hazrat Umar (ra) permitió que la población judía regresara a Jerusalén, revirtiendo la política bizantina que les prohibía residir en la ciudad.¹⁸ Sus políticas fomentaron un ambiente en el que musulmanes, cristianos y judíos podían adorar libremente, haciendo de Jerusalén una ciudad de herencia religiosa compartida.
Conclusión: Un modelo de liderazgo justo
El enfoque de Hazrat Umar (ra) hacia Jerusalén dejó un legado duradero. La Mezquita de Al-Aqsa, que posteriormente fue ampliada por gobernantes musulmanes sucesivos, sigue siendo uno de los lugares más sagrados del Islam.¹⁹ Sin embargo, el significado de sus acciones va más allá de la arquitectura: su respeto por la diversidad religiosa y la justicia se convirtió en un modelo para el gobierno islámico.²⁰
La historia del Califa Umar (ra) en Jerusalén es una de preservación, no de destrucción. Sus acciones reflejan los principios islámicos de justicia, respeto y coexistencia religiosa.²¹ Al limpiar la Explanada del Templo de escombros y establecer una mezquita, honró la santidad del lugar sin borrar su historia. Su liderazgo se mantiene como un poderoso contraejemplo frente a los conceptos erróneos sobre la historia islámica. En cambio, su legado sigue siendo un testimonio de gobernanza pacífica y armonía interreligiosa.
Referencias:
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