Nuestro paraíso es nuestro Dios

Pero tú, hombre piadoso, no pienses así. Tu Dios es el que ha suspendido en el espacio innumerables estrellas sin pilares y El que ha creado los cielos y la tierra de la nada. ¿Dudas que pueda ayudarte en las dificultades? Lo cierto es que tu desconfianza será lo único que te impida ser escuchado. Las maravillas de Dios son innumerables, pero Él sólo las descubre a sus siervos fieles y sinceros, siendo ajenos a ellas los que dudan de Su omnipotencia y no observan una conducta honesta.

¡Qué desgraciado es el que aún ignora que existe un Dios con poder infinito! Nuestro paraíso es nuestro Dios; nuestra suprema felicidad descansa en Él. Yo le he visto y hallado en Él la máxima expresión de la belleza. Es un tesoro que merece ser adquirido aún a costa de vuestra vida; una joya digna de ser comprada, aunque nuestra vida se extinguiera para obtenerla. Apresuraos hacia este manantial, vosotros los desposeídos, para que colme vuestra sed. Es la fuente de la vida que os salvará de la perdición. ¿Qué puedo hacer para implantar esta buena nueva en los corazones? ¿Con qué clarín he de anunciar por las calles, que éste es vuestro Dios? ¿Qué remedio aplicaré para que vuestros oídos se presten a mi voz?

Dios es la base misma de nuestros proyectos

Si os hacéis siervos de Dios, no dudéis que Él será vuestro. Dormiréis y Él velará por vosotros; estaréis desprevenidos y Él vigilará al enemigo y desbaratará sus planes. Aún no conocéis el poder de Dios, de lo contrario, no amanecería un día en que os sintierais tristes a causa de este mundo. El que posee tesoros inmensos, ¿no deplora amargamente la pérdida de una simple moneda, hasta el extremo de desear la muerte? Pero si estuviera al corriente del incalculable tesoro que Dios le puede conceder, si supiera que Él es Su refugio en cualquier desgracia, no sentiría tanta avidez hacia los bienes de este mundo. Dios es un tesoro precioso; percataos de su valor para que os ayude en todo momento. Sin Él no sois nada y son vanos vuestros recursos y proyectos.

No imitéis a otras naciones que han depositado todas sus esperanzas en los recursos materiales, pues como las serpientes que muerden el polvo, muerden ellos el polvo del materialismo; como los perros y buitres que se lanzan sobre la carroña, desgarran ellos con sus dientes los despojos. Son los más alejados de Dios. Adoran a sus criaturas, comen cerdo y beben vino como si fuese agua. Su espíritu ha muerto por haberse volcado en cuerpo y alma en él materialismo y por haber prescindido de la ayuda de Dios, y el Espíritu Celeste les ha abandonado como una paloma que deja el nido. Sus entrañas están infectadas con la lepra de la adoración al mundo, que les ha corroído el interior. Temed, pues, esta lepra.

Yo no os impido recurrir a los medios materiales necesarios. Lo que os prohíbo es depender exclusivamente de estos medios, como las demás naciones, olvidando a Dios que es Quien os provee de ellos. Si tuvierais el sentido de la vista, veríais que sólo existe Dios, que tras Él no hay nada. No podéis extender ni plegar el brazo sin Su permiso. Esto hará reír al que está muerto de espíritu, pero ¡cuán preferible hubiera sido la muerte a su risa!

Os hago una advertencia: no envidiéis a las naciones que han obtenido grandes progresos materiales ni intentéis marchar tras sus huellas. Creedme: éstas han olvidado completamente al Dios que hacia sí los llama, porque ¿quién es su dios? Un débil ser humano. En consecuencia, están abandonados a su indiferencia. Yo no me opongo a que os ocupéis de los quehaceres del mundo, pero sí a que sigáis los pasos de aquellos que consideran este mundo como único fin de su existencia. En cualquier tarea, material o espiritual, implorad continuamente la ayuda de Dios; no con meras palabras, sino con el convencimiento firme de que toda bendición desciende del cielo. Sólo lograréis ser justos, cuando antes de emprender cualquier tarea y ante cualquier dificultad, os postréis humildemente ante Dios, implorando su misericordia para que os ayude en las dificultades, antes de recurrir a ningún recurso material. Entonces el Espíritu Santo os iluminará y por medios desconocidos hallaréis una solución.

Tened piedad de vuestras almas y no sigáis a los que, habiendo cortado toda relación con Dios, se han abismado de tal manera en el materialismo que ni siquiera pueden pronunciar las palabras Inshaallah (si Dios quiere) para buscar el auxilio de Dios. Que Dios os abra los ojos para que podáis ver que l es la base de vuestros proyectos. Si el cimiento se hundiera, ¿se mantendría el techo? No sólo se desplomaría, sino que probablemente llevaría consigo la pérdida de varias vidas. Igualmente, vuestros proyectos no podrán realizarse sin la asistencia divina. Si no buscáis la ayuda de Dios, haciendo de ello la regla principal de vuestra vida, jamás prosperaréis y moriréis en medio del dolor.

No debe sorprenderos el hecho de que otras naciones hayan prosperado a pesar de ignorar completamente al Dios Todopoderoso y Perfecto, pues precisamente por abandonarle han sido sometidos a la prueba de las tentaciones del mundo. Aquél que abandona a Dios entregándose de lleno a los placeres y tentaciones mundanas, encuentra abierta todas las puertas del mundo, mientras que las puertas del cielo se cierran ante él. Al final encontrará la muerte sumido en sus pensamientos mundanales y será arrojado al Infierno duradero. Ésta es una clase de prueba divina. Otra prueba consiste en infligir a la persona, sucesivos fracasos en este mismo mundo. Pero esta última no es tan peligrosa como la anterior, ya que la primera engendra extremada soberbia. De todas formas, ambas categorías están sujetas a la ira de Dios. Siendo Dios la fuente de la felicidad ¿cómo pueden aspirar a tal felicidad los que ignoran absolutamente a este Dios Vivo y Clemente, volviéndole las espaldas? Bendito sea el que comprende este secreto; desdichado el que no lo comprende.

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