La Filosofía De Las Enseñanzas Del Islam

Perspectivas Extraídas De “La Filosofía De Las Enseñanzas Del Islam”

Iftekhar Ahmed, Ahmadiyya Archive & Research Centre

Traducido en español por Génesis Mercedes García Holguín (Hafsa)

Tres etapas de progreso espiritual

En 1896, el Mesías Prometidoas dio a conocer su obra fundamental, La filosofía de las enseñanzas del Islam, en una conferencia multirreligiosa, en la que exponía una gran visión para el logro de la trascendencia y la unión del alma humana con lo Divino.

Un aspecto central de la filosofía del Mesías Prometidoas era el concepto de tres etapas progresivas que el alma debe atravesar para alcanzar su punto máximo y supremo. “El tercer grado de progreso es que una persona debe dedicarse por completo al amor de su Verdadero Creador y a obtener Su complacencia. Todo su ser debe estar comprometido con Dios”. Es un ideal elevado de autoaniquilación completa en el amor de Dios. “Para recordarles constantemente a los musulmanes este grado, su religión ha sido llamada Islam, que significa dedicarse por completo a Dios y no retener nada”. (La filosofía de las enseñanzas del Islam, p. 15f)

Estado natural

Antes de alcanzar esta etapa suprema de iluminación, el Mesías Prometidoas ha descrito dos etapas preliminares por las que debe pasar el alma. La primera la denominó estado físico o natural, caracterizado por el término coránico an-nafs ulaammara: el yo dominante que incita a los malos deseos y las tendencias animales.

“Este es el estado natural del hombre, siempre que no se guíe por la razón y el entendimiento, sino que siga su inclinación natural al comer, beber, dormir, despertar, enfadarse y provocar, como los animales.” (Ibíd., p. 4)

Es un estado primario de estar esclavizado a los propios apetitos carnales y a los impulsos más bajos, carente de cualquier conciencia espiritual superior. Para las almas sumidas en esta condición, el Mesías Prometidoas ha prescrito un remedio arraigado en la tradición mística islámica del sufismo: la purificación del yo.

Estado moral

La siguiente fase que surge es el estado moral, que surge de la concepción coránica de an-nafs al-lawwama – la conciencia que reprocha las malas acciones del hombre. Esta etapa es el producto del yo que se reprocha, y aquí la condición del hombre es tal que aunque no puede reprimir por completo sus inclinaciones sensuales, no persiste en ellas, sino que se siente arrepentido después de cometerlas.

Es un estado de agitación interior, donde el alma no puede liberarse completamente de las garras de la tentación, pero está dotada de la capacidad de sentir remordimiento por sus transgresiones. El Mesías Prometidoas vio en esta fase el desarrollo de dos capacidades morales clave: la capacidad de abstenerse de las malas acciones y la capacidad de realizar acciones virtuosas. El ir y venir entre el pecado y el arrepentimiento es un paso crucial en la evolución del alma hacia la pureza máxima.

Estado espiritual

Sin embargo, es la tercera y última etapa, denominada an-nafs al-mutma’inna o el alma en perfecta paz, la que representa el pináculo de la realización espiritual.

“Esta es la etapa en la que el alma de una persona que se libera de todas las debilidades se llena de poderes espirituales y establece una relación con Dios Todopoderoso sin Cuyo apoyo no puede existir”. (Ibíd., pág. 7)

Para el Mesías Prometidoas, este es el objetivo final: un estado de completa entrega y sumersión en la Esencia Divina, donde el buscador es completamente aniquilado en el amor y el recuerdo del Amado. Todas las impurezas son quemadas, todas las dudas extinguidas en el brillo del conocimiento experiencial de la Realidad Divina. El alma existe en un estado constante de comunión extática con su Creador, aferrándose al Infinito como una polilla consumida por la llama.

Lograr la trascendencia en esta vida

Pero lo verdaderamente profundo de la visión del Mesías Prometidoas fue su insistencia en que este estado paradisíaco de unidad con lo Divino era alcanzable en esta misma existencia terrenal, y no sólo un ideal abstracto reservado para la otra vida. El alma puede experimentar literalmente el cielo aquí y ahora a través de la transformación interna de fana’ o aniquilación del yo.

“El método para establecer una relación espiritual perfecta con Dios que nos enseña el Sagrado Corán es el Islam”, explicó el Mesías Prometidoas, “lo que significa dedicar la vida entera a la causa de Dios y estar ocupado con las súplicas que se nos han enseñado en la Sura al-Fatihah. Esta es la esencia del Islam. La entrega completa a Dios y la súplica que se enseña en la Sura al-Fatihah son los únicos métodos para encontrar a Dios y beber el agua de la verdadera salvación”. (Ibíd., pág. 128f)

Se trataba de un alejamiento de la ortodoxia islámica convencional, que tendía a relegar esas experiencias místicas únicamente al otro mundo. Para el Mesías Prometido, la realización de la conciencia de Dios es el propósito y la cumbre del viaje espiritual en esta vida misma. La asunción de una existencia santificada es el destino último del verdadero creyente.

Las raíces sufíes y el ejemplo del Profeta

Al abrazar esta cosmovisión mística, el Mesías Prometidos estaba aprovechando las venerables tradiciones sufíes que habían florecido durante mucho tiempo dentro del Islam. Al igual que los sufíes de épocas pasadas, imaginaba al caminante espiritual como un amante ardiente

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Atributos y Unicidad de Dios

Sin embargo, aunque proclamaba enseñanzas místicas, el Mesías Prometidoas se mantuvo firme en su adhesión a los principios fundamentales del monoteísmo islámico. Rechazó en los términos más enérgicos cualquier noción de pluralismo divino o una concepción trina de Dios, creencias que consideraba desviaciones insidiosas de la Unicidad inflexible (Tawhid) que está en el núcleo de la fe.

Los atributos de Dios son, en verdad, innumerables y cada uno se exhibe en su gloria plena en la ocasión apropiada. Pero Él no tiene asociado ni compañero, como blasfemamente le atribuyen quienes se adhieren a la doctrina de la Trinidad.

Para el Sagrado Corán, y por lo tanto para el Islam, atribuir socios al Ser Supremo es el más grave de los pecados (shirk), una violación imperdonable del mandato coránico de un monoteísmo puro y estricto. Aunque las escrituras se refieren a Dios con los múltiples atributos de ar-Rahman (El Compasivo), ar-Rahim (El Misericordioso) y más, estos no son más que expresiones diversas de Su Esencia singular.

El Mesías Prometidoas tuvo cuidado de distinguir las distintas implicaciones metafísicas de que se haga referencia a Dios con estos nombres específicos. Cuando el Corán llama a Dios ar-Rahman, significa Su gracia que todo lo abarca y Su otorgamiento incondicional de innumerables bendiciones a la creación, antes de cualquier acción que merezca tal favor.

Cuando el Mesías Prometidoas dice:

“Antes de que surjan los seres animados y antes de que procedan de ellos, por Su pura gracia y no por ningún otro propósito, ni como recompensa por ninguna acción, Él hace la debida provisión para todos”, no se refiere a la relación entre la gracia y la redención, sino a la relación entre la gracia y la creación. “Él creó el sol, la tierra y todas las demás cosas para nuestro beneficio antes de que existiéramos y antes de que cualquier acción hubiera procedido de nosotros”, continuó explicando el Mesías Prometidoas. “Esta generosidad divina se denomina rahmaniyyah en el Libro de Dios, y por ello Dios Todopoderoso es llamado arRahman”. (Ibíd., p. 95)

En cambio, cuando se llama a Dios ar-Rahim, denota Su atributo de recompensar divinamente y abundantemente a los seres humanos por sus acciones y esfuerzos virtuosos, una reafirmación clara del ethos islámico de la responsabilidad moral individual.

“Él recompensa las acciones justas con riqueza y no permite que nadie desperdicie el esfuerzo”, explicó el Mesías Prometidoas. “Por este atributo se lo llama ar-Rahim, y el atributo se designa como rahimiyyah”. (Ibíd.)

Lejos de la concepción judeocristiana de la salvación a través de la gracia inmerecida de Dios, la perspectiva del Mesías Prometido colocaba la responsabilidad directamente sobre el caminante espiritual humano de perfeccionar activamente su propia alma a través de la rectitud y el esfuerzo incansable.

La vida después de la muerte revelada

Este mismo acento ético coloreó la exposición refrescante y racional del Mesías Prometido de las enseñanzas coránicas sobre la vida después de la muerte y el viaje final del alma más allá de este reino mortal. Discernió tres fases distintas delineadas en la revelación islámica:

Primero, el reino terrenal, que él llamó “la primera creación y […] el estado de esfuerzo”, donde “el hombre obra el bien o el mal”. (Ibíd., p. 142) Este reino mundano sirve como punto de partida, el ámbito fundamental donde las acciones de cada persona, tanto virtuosas como pecaminosas, se manifiestan y acumulan por primera vez. Actúa como el campo de pruebas crucial que prepara el escenario para el desarrollo consecuente del viaje espiritual humano que aún está por venir.

Tras la muerte y la separación del cuerpo físico, el alma entra en el barzakh, un estado intermedio o de transición entre esta vida terrenal y la resurrección final, donde asume una forma transitoria y sutil que refleja el tono de su historial terrenal. “Ese cuerpo no es como este cuerpo físico, sino que está preparado de luz o de oscuridad, según la calidad de las acciones de la persona en esta vida”. (Ibíd., pág. 145)

Aquí, primero se produce la separación en dos reinos. El Sagrado Corán describe a los justos como los vivos, los pecadores y los que se han extraviado como los muertos. “Las funciones de la vida de quienes mueren en un estado de abandono de Dios, por ejemplo, el comer y beber y la complacencia de sus pasiones, quedan interrumpidas”, afirmó solemnemente el Mesías Prometidoas. Por lo tanto, “no tienen parte en el sustento espiritual. Están verdaderamente muertos y serán revividos solo para el castigo”. (Ibíd., pág. 147)

Sin embargo, este es apenas el preludio de la revelación universal final más grandiosa que nos espera: el Día de la Resurrección, cuando a cada alma se le “concederá un cuerpo visible” para experimentar la plenitud de la recompensa y la gloria infinita de Dios. “Ese día ha sido designado para las manifestaciones perfectas de Dios, cuando cada persona llegará a conocer plenamente el Ser de su Señor”, adivinó el Mesías Prometidoas, “y todos llegarán al clímax de su recompensa”. (Ibíd., pág. 148).

El articulo original en ingles.

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